El gran autor colombiano Juan Gabriel Vásquez

 

Vietnam ha demostrado, decía Fidel Castro, que ninguna máquina militar, por más poderosa que sea, puede aplastar a un movimiento guerrillero apoyado por el pueblo.

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…es el sugerente, preciso y precioso título de la última novela de Juan Gabriel Vázquez (Bogotá, 1º de enero de 1973). En ella narra una parte de la vida de quien es hoy su gran amigo, Sergio Cabrera* (Medellín, 20 de abril de 1950) y de su hermana menor, Marianella. Interpreta, organiza y cuenta la historia de esta inusual familia (abuelos, padres, hijos y nietos) que coincide con los grandes cambios políticos y sociales del siglo XX, pero que se narra desde el XXI y se escribe en plena pandemia.

Me gusta la idea de interpretación, pues eso es lo que me vi haciendo más de una vez con los hechos de la vida de Sergio Cabrera… darles a esos episodios un orden que fuera más allá del recuento biográfico: un orden capaz de sugerir o revelar significados que no son visibles en el simple inventario de los hechos, porque pertenecen a formas distintas del conocimiento. No es otra cosa lo que hacen las novelas. A esto nos referimos, creo, cuando hablamos de imaginación moral: a esa lectura de una vida ajena que consiste en observar para conjeturar, o en penetrar lo que es manifiesto para descubrir lo oculto o lo secreto. La interpretación es también parte del arte de la ficción.

El abuelo y el tío héroe, rojos los dos y perseguidos por el franquismo, huyen cinematográficamente de España con la familia y vienen a hacer la América, igual que muchos. Desde ese entonces, estaba sembrada en ellos la semilla del fanatismo. La novela narra cómo, tiempo después, los nietos, una niña de catorce y un muchacho de dieciséis años, son dejados por sus padres, convencidos comunistas, en la China de Mao, para que completaran su educación y para que volvieran, como lo hicieron, a trabajar por la Revolución Maoísta en Colombia.

…no dejaba de ser el contacto directo entre la China comunista, hogar del Mao de verdad, y el ejército revolucionario de Colombia, donde Mao era un rumor, un conjunto de refranes: una figura hecha de palabras.   

La edición de Penguin

En Colombia les toca irse “p’al monte”, como se dice por aquí, y en la lucha armada no encuentran, ni pueden realizar, el ideal para el que fueron formados. Además, son golpeados por el horror de la guerra y lo que hace a los seres humanos, física y espiritualmente. Salieron de la guerrilla; muy pocos lo han logrado y menos contado, pero ellos sí pudieron Volver la vista atrás a través de la pluma de Vázquez.

 

La Revolución Cubana contaba con simpatizantes firmes en Colombia, donde los movimientos campesinos de mediados de siglo, incluso los que se habían convertido en guerrillas violentas, habían recibido un lavado de imagen, y donde una generación de jóvenes universitarios había comenzado a reunirse en grupos clandestinos que leían a Marx y a Lenin y hablaban de cómo traer aquí lo que había sucedido allá.

La arquitectura del género híbrido—novela-biografía—es impecable y muestra la exhaustiva investigación de siete años que la sostiene. El lenguaje es preciso y muy cuidado, con frecuentes y luminosas imágenes.

            …La ciudad parecía acabada de inventar.

A Juan Gabriel Vázquez, que algunos consideran el sucesor de Gabriel García Márquez, le gusta escribir sobre hechos reales, con datos duros que en muchos casos superan la ficción. Emplea todas las nuevas técnicas literarias: inserta textos de cartas y diarios, poemas y fotos que le dan una dimensión distinta al relato, un sabor a realidad muy raro en una novela. Los narradores son los propios personajes; sus voces son claras, inconfundibles, como lo son los diferentes tiempos que se viven en la historia. El escritor logra ser ecuánime y, aunque su posición con las negociaciones de paz en Colombia es conocida, no hay juicio de valor político, ni personal en sus letras.

En esa época, cuando todos parecían de acuerdo que Colombia era un naufragio, los intentos por hacer la paz fracasaban uno tras otro… el país no estaba hecho para vivir sin matarse.

Sus personajes principales son más idealistas que comunistas; se crían solos en China, con el choque cultural que eso supone en el idioma, el alfabeto, la cultura y el constante adoctrinamiento comunista. Sólo encuentran la orientación de su padre en una carta que usaban como guía de vida, sintiendo todo el tiempo que, a pesar de su entrega, no estaban haciendo suficiente por la revolución.

Llevo un par de días pensando que quizás sería un joven más feliz si estuviera muerto. Estoy cansado de estar esperando siempre pasar el examen, un examen intangible para el cual no es posible prepararse. Siempre hay algo que me hace sentir culpable e inepto para la lucha revolucionaria, siempre siento la sospecha de que, a pesar de todos los esfuerzos que hago, no logro brindar a los comandantes y en especial a Fernando el fervor que ellos esperaban de mí. En realidad, creo que desconfían de mi entrega y en general de la de todos, y da la impresión de que creen que sólo los muertos son guerrilleros de fiar. Tal vez nunca he sido alguien de fiar y como están las cosas creo que ni yo mismo me puedo fiar de mí. Cada vez con más frecuencia pasan por mi mente ideas derrotistas. El pesimismo gana terreno y la ilusión de una victoria, una victoria de nuestras ideas, es cada vez más lejana.

La relación entre padres e hijos es tema constante en la trama, con todas sus controversias.

Las rencillas ocultas o nunca expresadas que hay en todas las familias, los malentendidos y las palabras que no se dicen o se dicen a destiempo, la falsa idea que nos hacemos de lo que sucede en la cabeza o en el alma del otro.

Tal vez la responsabilidad que conlleva la amistad del escritor con sus personajes vivos, y el cuidado que puso en narrar los hechos de estas vidas inusuales sin herir a nadie, hacen que la novela a veces se perciba fría, desapasionada. También, la cantidad de datos duros de estilo periodístico abruma y complica el relato, lo que para algunas Hormigas acostumbradas a la ficción, hizo difícil su lectura. Fue calificada con 7,3 puntos sobre diez.

Ver a los protagonistas en los videos contando detalles, riendo y hasta llorando ha sido inusual y revelador de la verdad de esa historia, del dolor de las familias involucradas en esa lucha eterna, del sufrimiento de los colombianos con esa guerra que parece no tener final. Sus personajes, al ser contemporáneos de las Hormigas, se nos hacen más cercanos aunque las vivencias hayan sido diametralmente opuestas.

Todo era chocante: lo eran los secretos, o más bien esa ética de disimulos que ocultan disimulos, de dobleces y de hipocresías, que se volvía tan natural para los combatientes como su uniforme.

Esa guerra, esa historia de penurias y sufrimiento, la que tantas veces ha cruzado y descruzado la inmensa frontera que nos une y nos separa de Colombia, ha marcado nuestros destinos. Hoy, los viejos comunistas caraqueños tan parecidos a los colombianos, esos que eran de izquierda hasta las cuatro de la tarde y luego se iban compartir tragos con sus amigos burgueses en los clubes privados, son parientes, por sus ideas, de los narco-terroristas que manejan la guerrilla y se reparten nuestro territorio para delinquir; de los cubanos, rusos y hasta iraníes que disfrutan de lo que queda del botín, con el régimen que desangra a Venezuela, ésa que siempre caminará de la mano de nuestros hermanos colombianos.

Ana María y la cumpleañera

Graciela quiso ser la anfitriona en la tarde del 29 de junio, para celebrar en su casa su reciente cumpleaños con sus queridas Hormigas y también la salud que milagrosamente nos acompaña a todas. El libro dio para una buena discusión; nos hizo pensar, comprender y saber que perdonar es indispensable para conseguir la paz. Después, en una vajilla heredada de casi doscientos años, saboreamos una merienda exquisita, bañada con proseco rosado y el aderezo de la mejor compañía, la de las amigas queridas. Al final, bailamos olvidando distancias pandémicas, hablamos todas a la vez, como siempre, y gozamos de las delicias de la vida burguesa que nos ha tocado.¶

NS

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*Sergio Cabrera conversa con Juan Gabriel Vásquez acerca de la novela que leímos:

 

 

Y aquí habla Marianella Cabrera, hermana de Sergio:

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Registro visual de la ordenada discusión en casa de Graciela:

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