El último encuentro literario del Hormiguero fue en casa de María Teresa con Sándor Márai (Hungría 1900-Estados Unidos 1989). Salir de la rutina de la pandemia, y reencontrarnos en persona, emociona y enriquece. Reunirnos a merendar delicias en ese ambiente idílico de la terraza con pared vegetal, a hablar de literatura con las amigas, es un privilegio. El húngaro, como siempre, deslumbró con su prosa maravillosa a las Hormigas; es increíble cómo el maestro hace de una conversación entre dos viejos una obra de arte.
Los personajes están llenos de rencores por antiguas traiciones y amores frustrados. Los sentimientos más profundos, y el resentimiento rumiado por años, surgen en el intenso monólogo que impulsa la trama y con el que quiere hacer catarsis del dolor con el que ha vivido Henrik, el militar, el traicionado, la voz que narra y que juzga. Intenta buscar respuesta a la traición de la amistad que lo tortura más que la propia infidelidad; la busca en las diferencias de clase o en las diferencias del alma.
…las personas del mismo grupo sanguíneo pueden ayudarse en los momentos de peligro, al donar su sangre a alguien que pertenece al mismo grupo, el alma humana sólo puede ayudar a otra alma humana, si no es distinta, si sus puntos de vista, sus convicciones y su realidad secreta son parecidos… Porque siempre amamos y buscamos a la persona diferente, en todas las situaciones y en todas las variantes de la vida… El secreto y el regalo mayores de la vida es cuando se encuentran dos personas semejantes.
Él sabía que el diferente era él; su padre se lo había hecho ver: Kónrad, Cristina y su misma madre pertenecían a otra clase de almas, pero contra eso no podía más que conformarse.
Es la mayor tragedia con que el destino puede castigar a una persona. El deseo de ser diferentes de quienes somos: no puede latir otro deseo más doloroso en el corazón humano, porque la vida no se puede soportar de otra manera que sabiendo que nos conformamos con lo que significamos para nosotros mismos y para el mundo. Tenemos que conformarnos con lo que somos, y ser conscientes de que a cambio de esta sabiduría no recibiremos ningún galardón…
Nos es difícil, a las Hormigas, identificarnos con estos hombres, viejos llenos de rencor, golpeados por la historia personal y por la de su entorno pero, como siempre, la lectura nos trae un déjà vu de nuestra propia historia.
Mi patria dejó de existir. Se descompuso… Lo que lo mantenía todo unido, esa argamasa secreta, ya no existe. Todo se ha deshecho, se cayó a pedazos. Mi patria era un sentimiento. Ese sentimiento resultó herido.
Márai es uno de los escritores más sensibles a la voz femenina. Las mujeres, en sus otras novelas, tienen sentimientos y los expresan con una voz clara, pero en el Último encuentro la figura femenina está desdibujada; escondieron el cuadro y ni siquiera el diario de Cristina fue abierto antes de quemarlo. Ellas son también las culpables de todo, fracasan como madres y traicionan como esposas. Son el motivo de la discordia, pero son descartadas en la búsqueda de la verdad.
Lo que sí trata en profundidad es el tema de la amistad. Se deleita en una disertación que enfoca todas sus aristas.
Estaría bien saber… si de verdad existe la amistad…A veces pienso que la amistad es la relación más intensa de la vida… y que por eso se presenta en tan pocas ocasiones… ¿Habrá tal vez cierto erotismo en el fondo de cada relación humana?… Al erotismo de la amistad no le hace falta el cuerpo… no le es atractivo, resulta incluso inútil. Sin embargo, no deja de ser erotismo. En el fondo de todo amor, de todo cariño, de toda relación humana late el erotismo.
Al igual que el enamorado, el amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos… No idealiza a la persona que ha escogido como amiga, ya que conoce sus defectos y la acepta así… ¿qué valor tiene una amistad si sólo amamos en la otra persona sus virtudes, su fidelidad, su firmeza? ¿Qué valor tiene cualquier amor que sólo busca una recompensa?… ¿No sería justamente la abnegación la verdadera esencia de cada relación humana, una abnegación que no pretende nada, que no espera nada del otro? ¿Una abnegación que cuanto más da, menos espera a cambio? …la amistad no es un estado de ánimo ideal. La amistad es una ley humana muy severa. En la antigüedad, era la ley más importante, y en ella se basaba todo el sistema jurídico de las grandes civilizaciones… se puede matar a un amigo, pero la amistad nacida entre dos personas en la infancia no la puede matar ni siquiera la muerte…
Algunas Hormigas sienten que entre esos dos personajes hubo una atracción homosexual, que nunca importaron las diferencias sociales ante la fuerza del amor que se tuvieron y que, en el fondo, nunca había terminado.
El nuevo orden del mundo puede acabar con la forma de vida bajo la que yo nací y bajo la que yo viví; las fuerzas nuevas, fogosas y agresoras me pueden aniquilar, pueden acabar con mi vida y con mi libertad… Sin embargo no me ha hecho falta ninguno de estos aparatos modernos para saber que estabas vivo y que algún día volverías.
Están al final de la vida y la vejez es poco común en esa época. Muchos murieron en la guerra, otros de enfermedades, pero ellos dos siguen vivos.
Es posible que la forma de vida que nosotros hemos conocido, en la cual hemos nacido… es posible que todo esto sea ya cosa del pasado… Nosotros dos, sabios y viejos, ya al final de nuestra vida, también deseamos la venganza… sí, la venganza contra todo y contra todos. Eso es lo que me ha mantenido con vida, en la paz y en la guerra, durante los últimos cuarenta y un años, y por eso no me he matado, y por eso no me han matado, y por eso no he matado a nadie, gracias a la vida.
Uno envejece poco a poco, primero envejece su gusto por la vida, por los demás, ya sabes, todo se vuelve tan real, tan conocido, tan terrible y aburridamente repetido… Luego envejece tu cuerpo, no todo a la vez… así, por partes. Más tarde, de repente, empieza a envejecer el alma: porque por muy viejo y decrépito que sea ya tu cuerpo, tu alma sigue rebosante de deseos y de recuerdos, busca y se exalta, desea el placer. Cuando se acaba el deseo de placer, ya sólo quedan los recuerdos, las vanidades, y entonces sí que envejece uno, fatal y definitivamente.
En busca de explicación a su desventura rebusca en el pasado de sus familias, en sus diferencias económicas, sociales, culturales y de personalidad, y termina culpando a los propios dioses.
Ya sabes, uno siempre quisiera devolver algo a los dioses, una parte de su felicidad. Porque los dioses son, como se sabe, envidiosos, y cuando dan un año de felicidad a un simple mortal, lo apuntan como una deuda, y al final de su vida se la reclaman, con intereses de usurero.
El capítulo de la cacería es el nudo crucial de la novela: el bosque cercano, oscuro, húmedo y misterioso, esconde secretos de muerte y asesinato. Es magistral el suspenso que se mantiene y que va aumentando poco a poco con una violencia que perdurará en el tiempo.
Uno no peca por lo que hace, sino por la intención con que lo hace… Una persona puede cometer una infidelidad, una infamia, sí y hasta puede matar, y al mismo tiempo mantenerse puro y limpio por dentro… No conocías esa extraña pasión, la más secreta de todas… Es la pasión por matar. Somos humanos, para nosotros es ley de vida matar. No podemos evitarlo… Matamos para defender, matamos para conseguir, matamos para vengarnos.
Se termina desnudando el militar, el cazador frente al artista, quien no niega ni afirma, pero escucha. Algunas hormigas creen que Henrik perdona la traición, pero el texto sólo afirma que está tranquilo.
¿Crees tú también que el sentido de la vida no es otro que la pasión, que un día colma nuestro corazón, nuestra alma y nuestro cuerpo?… ¿y que si hemos vivido esa pasión quizás no hayamos vivido en vano?… ¿Y que quizás no se concentre en una persona en concreto, sino en el deseo mismo?… O puede ser que se concentre en una persona en concreto, la misma siempre, desde siempre y para siempre.
Para algunas fue segunda lectura, y aunque no es un texto fácil, ni divertido, ni agradable, tuvo una puntuación de ocho (8) puntos. Hablar de sentimientos tan oscuros, descubrir el dolor profundo, reclamar y mostrar las heridas con palabras precisas y hermosas, nos mantiene embelesadas con la historia. La traducción—de alguien cuyo nombre no aparece en la copia del iPad—, es magnífica. Sándor Márai es siempre una buena elección.
Nos toca ahora un escritor nuevo para nosotras, mejicano: Guillermo Arriaga Jordán con su novela Salvar el fuego.
NS
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Nacha: impecable análisis. Maravillosa minuta.
Nacha: con tus minutas de alguna manera logras que recordemos y revivamos no sólo la novela que discutimos, sino que rememoremos el reencuentro mensual de las Hormigas… es como disfrutarlo el doble.
Nacha: de verdad te quedó magistral; es un complemento necesario a la lectura individual y a la reunión del grupo. Eres única.