Es mi amigo el increíble Gerd Stern. En Un filósofo del verso (12 de julio de 2019) dejé esta constancia:
En diciembre de 1973, lo visité en su casa de Cambridge, donde su esposa de entonces (Sally) y él me alojaron. (Luego la mía y yo les visitamos por Thanksgiving, ahora mudados a New Jersey). De aquella primera visita guardo un exacto recuerdo sonoro, grabado con profundo buril en mis neuronas: la resonante voz de Gerd descubriendo y recitando para mí uno de sus poemas favoritos: The Idea of Order at Key West, de Wallace Stevens. Puedo aún hacer sonar en mi memoria cómo se entrecortó al declamar: She was the single artificer of the world in which she sang… (El poema completo, leído por su autor, al final de Ella cantaba más allá del genio del mar). El 31 de ese mes me llevaron a la casa del importante profesor de Psicología en Harvard, David McClelland—The Achieving Society, Power: The Inner Experience, etc.—y su esposa, Mary Sharpless, para una extraña recepción de Año Nuevo que incluyó la proyección de la maravillosa película de Charles Eames, Powers of Ten.
LEA
______________________
Comentarios