La novela Pachinko es la segunda novela de Min Jin Lee, escritora coreano-norteamericana que relata la saga de una familia que comienza en una remota isla de Corea—donde lavaban la ropa con agua de mar—y que emigra a Japón cuando ese país invade su tierra. Van a una Osaka superpoblada de coreanos que huyen de la invasión y sobreviven en guetos de chabolas, subpagados en los más indeseables trabajos, a un país donde siempre fueron vistos como raza inferior y se les llama con el humillante nombre de zainichi. Pasadas cinco generaciones, todavía los nietos de coreanos en Japón eran considerados extranjeros, hasta el punto que algunos personajes de esta historia se hacen pasar por japoneses, se cambian el nombre y no vuelven a ver jamás a su familia coreana. Es reflejo de la supremacía y el desprecio de las razas dominantes hacia las dominadas, aunque se parezcan mucho.

Nadie está limpio. Vivir te ensucia.

Es una kilométrica, triste, repetitiva y, por ratos, tediosa historia de cuatro generaciones de coreanos que sobreviven en el Japón del siglo XX. Muestra la dura vida de esos migrantes a través de un relato íntimo de una familia y sus costumbres, comidas, creencias y valores, y de cómo logran sobrevivir y superarse a pesar de todas las desgracias que vivieron.

Era fácil recordar una época en la que no había dinero para comprar té, y una época en la que no había té para comprar.

Lo mejor logrado son los personajes, especialmente las mujeres; fuertes pero a la vez dulces y solidarias. Enfrentadas al machismo reinante, son mujeres sufridas, maltratadas y sumisas que aguantan para sobrevivir, pero que no le tienen miedo al trabajo ni a enfrentarse a la vida. Un ejemplo de sobrevivencia del débil contra el fuerte.

…El destino de la mujer es sufrir. Debemos sufrir.

…sé que ahora debe parecer terrible, pero un niño es un regalo de Dios… Èl (su padre) le había enseñado que los niños eran una delicia, que sus hijos eran su delicia.

…Desde el momento que (su hijo) nació había estado llena de dolor y dudas porque sabía que nunca sería suficientemente buena. Aunque había fracasado, ser madre era eterno; era una parte de su vida que no terminaría con su muerte.

El texto, de un narrador omnisciente, explota lo que más gusta a los lectores, el erotismo sin ser ofensivo, el juego de azar, las drogas y la tragedia aunque sin mucho drama. Cansa el exceso de diálogos cortos y de personajes con nombres extraños. Las repeticiones nos hacen pensar que la escritora no revisó suficientemente el texto o que peca de novata.

Esta novela costumbrista dividida en tres libros (Tierra natal, 1910 a 1933; Madre patria, 1939 a 1962; Pachinko, 1962 a 1989) ilustra la historia de ese Lejano Oriente que para las Hormigas es poco conocida. Informa sobre costumbres y soluciones de vida que son nuevas para los occidentales, como la preparación de ese alimento de olor y sabor desagradable—pero al parecer muy beneficioso para la salud—tan apreciado por ellos, el kimchi, una especie de encurtido que las mujeres preparaban en la casa y luego vendían en las calles y que se convirtió, en los momentos más difíciles, en el único sustento de la familia. También nos enseña cómo un—para nosotras—extraño juego de azar, parecido a las máquinas tragamonedas occidentales, despreciado por los japoneses que no permiten juegos con dinero por ley, y que en general estaba en manos de mafiosos y especuladores, le dio a esa familia un honrado modo de subsistencia. El Pachinko les permitió sobrevivir, mejorar sus condiciones de vida, la posibilidad a los decendientes de estudiar y, más tarde, emigrar a América y contar esta historia. El mercado de pachinko de Japón, actualmente, genera más ingresos por juegos de azar que el de Las Vegas, Macao y Singapur juntos.

Como nos pasa con todo lo que leemos, no faltaron los pasajes donde la comparación con lo que en Venezuela está pasando saltara a la vista:

…últimamente todas las noticias eran tristes. Notaba una abrumadora sensación de desolación en la gente. El país llevaba más de dos décadas bajo el gobierno colonial y nadie veía un final a aquella situación. Parecía que todos se habían rendido.

Y donde los sufrimientos de nuestra propia gente traslucieran:

…como sucedía siempre que un país era golpeado por sus rivales o la naturaleza, los débiles (los ancianos, las viudas y los huérfanos) estaban más desesperados que nunca. Por cada casa que podía alimentar a uno más, había multitudes dispuestas a trabajar un día entero por un cuenco de granos de cebada.

El Hormiguero calificó la novela con 6 puntos y quedamos en leer a Amor Towles, con su novela Un caballero en Moscú, para el mes próximo, otro de esta larga cuarentena del año 2020. NS

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