La novela analizada por Las Hormigas el 26 de abril de 2022

 

El libro de abril fue La perra (Premio Biblioteca de Narrativa y el English Pen Award), novela corta de la colombiana Pilar Quintana (Cali, 1973). La escogimos porque María Eugenia venía desde Chile a la reunión del mes y no había mucho tiempo para leer libros largos.

La escritora, nueva para el Hormiguero, resultó una revelación; tan es así que queremos volver a leerla. Tal vez debiéramos seguir con Los Abismos, Premio Alfaguara 2021. La fuerza de los libros escritos inicialmente en español, y la sensibilidad de las mujeres escritoras de temas femeninos, conmueven a las Hormigas.

La perra no es una historia agradable; nos muestra la pobreza, sin esperanza ni futuro, de una población olvidada y expuesta a las inclemencias de la naturaleza en la costa del Pacífico, en un pueblo de una sola calle de tierra y casas de madera destartaladas, donde las tormentas y las mareas marcan el ritmo de la vida y la muerte y la selva que la rodea la excluye de la civilización.

Había demasiados acantilados como ése, con peñas cubiertas de lama y olas como la que se había llevado al finado Nicolasito, árboles inmensos que las tormentas tumbaban de raíz y los rayos partían por la mitad, derrumbes de tierra, culebras venenosas y culebras que se tragaban venados, chimbilacos que desangraban a los animales, plantas con espinas que podían atravesar un pie y quebradas que se crecían durante los aguaceros y arrasaban con todo lo que encontraban a su paso…

En ella la escritora nos sumerge en la violencia y la crueldad, en la soledad, la pobreza y el racismo de nuestros pueblos latinoamericanos. La protagonista, que carga desde su infancia de abandono con la culpa de una muerte que no supo ni pudo evitar, tiene también el estigma de la infertilidad, que no ha podido revertir por más que ha intentado todo lo que tiene a su disposición.

Llorando, le contó… de las veces que había llorado en silencio, de lo horrible que era que todo el mundo pudiera tener hijos y ella no, de las cuchilladas que sentía en el alma cada vez que veía a una mujer preñada, un recién nacido o una pareja con un niño, del suplicio que era vivir ansiando un ser pequeñito para acunarlo en su pecho y que todos los meses le llegara la regla.

Esa frustración la suple con trabajo y con una obsesión compulsiva de limpieza, como medio de lavar la culpa, hasta que un día le regalan una cachorrita en la que deposita todo su amor maternal.

…preguntó con cara de asco cómo se llamaba y Damaris tuvo que decirle que Chirli.

¿Chirli como la reina de belleza?—se rió Luzmila—, ¿así no era que le ibas a poner a tu hija?

Más tarde, su amor y dedicación se ven burlados por el animal y su instinto. Esto hace despertar una violencia asesina en la protagonista; la bondad se transforma en furia, el amor en odio y la sumisión en violencia y amargura. Muestra cómo se puede perder la humanidad en situaciones extremas, llegando a convertir a las personas en verdaderos animales.

A Damaris comenzó a fastidiarle su presencia, que apestara, se rascara, se sacudiera, le colgara una tira de baba del hocico y en los días de lluvia embarrara con sus huellas el piso del quiosco y los andenes de la piscina y el jardín. Deseaba que se fuera pronto, que no volviera, que la mordiera una equis y se muriera.

Es una historia impactante llena de simbolismos y significados sociológicos. Un drama que se pasea por la culpa, la traición, la soledad y la lealtad, que toca temas como las relaciones entre blancos y negros, pobres y ricos, hombres y mujeres.

Damaris se dijo que nunca nadie podría confundirlos con los dueños. Eran una partida de negros pobres y mal vestidos usando las cosas de los ricos. Unos igualados, eso pensaría la gente, y Damaris se quería morir porque para ella ser igualada era algo tan terrible o indebido como el incesto o un crimen.

Su narrador es omnisciente, de lenguaje sencillo y preciso. Se utiliza muy pocos diálogos con lenguaje limitado, y se describe el ambiente casi como un personaje más que produce cambios drásticos y hace avanzar la trama.

El cielo y el mar eran una sola mancha gris y la humedad en el aire era tanta que un pescado habría podido seguir viviendo fuera.

Pilar Quintana logra en cien páginas una historia que resume todos los sentimientos humanos y en el título, de una sola palabra, la referencia de todos sus significados.

El Hormiguero clasificó la novela con siete (7) puntos y a la reunión con veinte (20) porque fue una tarde memorable. Ya el reencuentro con María Eugenia la hacía especial. Eran años sin vernos y sin compartir con nuestra hormiga chilena. El vino blanco que nos regaló Carlos comenzó a correr desde temprano para alborotar al Hormiguero. Antes de empezar a discutir el libro, Maru nos hizo un resumen de cómo encontraba su ciudad después de tanto tiempo y cómo veía el desarrollo del panorama chileno con su nuevo presidente y los muchos cambios que quiere introducir. Compartir con nuestra amiga es un privilegio que disfrutamos y valoramos después del tiempo de ausencia.

La discusión, y los diferentes puntos de vista y de apreciación sobre la novela, enriquecieron las percepciones particulares de cada una de las Hormigas y, como siempre, nos hicieron ver ángulos diferentes del texto. Las carencias de los personajes de la novela nos hicieron disfrutar más del lujo de los diminutos alfajores decorados con nuestro logo que llegaron desde el Sur a endulzarnos la tarde. La torta de naranja de Rosa Elena cerró la merienda con broche de oro.

Quedamos en leer para el próximo mes la larga novela de Nino Haratischwili, La octava vida (para Brilka). Tenemos tiempo, pero hay que empezar pronto.¶

 

Una mesa tan bella como apetitosa

 

Las estrellas de la tarde: alfajores traídos por María Eugenia desde Chile

 

Registro de un análisis ordenado: