Bloom: un estimulante cortometraje de animación sobre la depresión y lo que se necesita para recuperar la luz del ser
Cómo los cálidos rayos de la esperanza y la curación penetran en la oscura cámara interior de una soledad plomiza, a través de las inesperadas grietas de la bondad
“A veces, uno tiene que soportar un período de depresión simplemente por lo que pueda contener de iluminación, si uno puede vivirlo atento a lo que expone o exige”, escribió la poeta May Sarton, mientras contemplaba una cura para su desesperación en medio de una temporada oscura del espíritu. Pero ¿qué se necesita para encaramarse tan precariamente sobre esa suposición en busca de luz? Cuando estamos en ese lugar oscuro y vacío, ese lugar de soledad y aislamiento plomizos, cuando “la llovizna gris del horror inducida por la depresión adquiere la calidad de dolor físico”, como escribiera William Styron en su relato clásico de la enfermedad—una enfermedad que no discrimina, que atacó a Keats y a Nietzsche y afectó a Hansberry—, ¿qué se necesita para atravesar el horror y el vacío hacia el otro lado, para mirar atrás y jadear con incredulidad, como la poeta Jane Kenyon: “Lo que me hirió tanto… hasta este momento”?
Durante una reciente temporada oscura del espíritu que viví, una querida amiga me animó con la historia más maravillosa, esperanzadora y rehumanizadora. Algunos años antes, cuando un colega suyo, otro físico, estaba pasando por una temporada así, ella le dio un bulbo de amarilis en una pequeña maceta. El efecto que tuvo en él fue inesperado y profundo, como siempre lo es el efecto de las bondades no calculadas—profundo y de gran alcance—, del mismo modo con el que un guijarro de amabilidad produce en el agua círculos resplandecientes cada vez más amplios. A medida que la luz regresaba lentamente a su vida, él decidió dar una clase sobre la física de la animación. Y así es como una de sus alumnas, Emily Johnstone, llegó a hacer Bloom, un conmovedor cortometraje de animación, que extrae de un pequeño gesto personal una metáfora universal de cómo sobrevivimos a nuestras más densas tinieblas privadas, en consonancia con la insistencia de Neil Gaiman en que “a veces solo se necesita un extraño, en un lugar oscuro … para calentarnos en la estación más fría”.
María Popova
Editora de brainpickings
Para ver a pantalla completa, oprima en la barra inferior el símbolo de cuatro pétalos a la izquierda de vimeo
_______________________
Copio para las Hormigas algo que escribí:
“Esa discreta consistencia de las cosas de uso diario; el panorama, más o menos atractivo, que ofrece una ventana a la calle; aquella flor que brotó en la planta de la maceta… Todo, tan normal, dotado de la extraordinaria propiedad de existir. Nuestro pensamiento, que acoge así las cosas y dispone las actividades, puede nutrirse de realidad. Ver, en lo más sencillo, el ser mismo. Y recibir con ello el anuncio—cada vez más sorprendente—del ser pleno”.
(Misterio de lo real, actitudes fundamentales, 5).
A propósito de cómo “un guijarro de amabilidad produce en el agua círculos resplandecientes cada vez más amplios”, en Gramática de la fantasía – El canto en el estanque, escribió Gianni Rodari: “Si tiramos una piedra, un guijarro, un «canto», en un estanque, produciremos una serie de ondas concéntricas en su superficie que, extendiéndose, irán afectando los diferentes obstáculos que encuentren a su paso: una hierba que flota, un barquito de papel, la boya del sedal de un pescador… (…) Otros movimientos invisibles se propagan hacia la profundidad, en todas direcciones, mientras el canto o guijarro continúa descendiendo, apartando algas, asustando peces, siempre causando nuevas agitaciones moleculares. (…) De forma no muy diferente, una palabra dicha impensadamente, lanzada en la mente de quien nos escucha, produce ondas de superficie y de profundidad, provoca una serie infinita de reacciones en cadena, involucrando en su caída sonidos e imágenes, analogías y recuerdos, significados y sueños, en un movimiento que afecta a la experiencia y a la memoria, a la fantasía y al inconsciente, y que se complica por el hecho de que la misma mente no asiste impasible a la representación. Por lo contrario, interviene continuamente para aceptar o rechazar, emparejar o censurar, construir o destruir”.