Comentamos la primera novela del joven vietnamita-estadounidense Viet Thanh Nguyen (1971), llamada El simpatizante (traducción de Javier Calvo, Seix Barral, Barcelona, 2017). Se hizo acreedora del Premio Pulitzer de Ficción en 2016, y también ganadora del Premio Dayton Literary Peace, el Premio Center for Fiction First Novel, la Medalla Carnegie a la Excelencia en Ficción de la American Library Association, el Premio Edgar a la Mejor Primera Novela de un autor estadounidense de Mystery Writers of America y el Premio de Literatura en Ficción de la Asociación de Bibliotecarios de Asia/Pacífico Americano.
Es una historia que nos lleva de nuevo a la atormentante guerra de Vietnam, esa que vimos en vivo todas las noches en los noticieros de televisión durante varios años. Esta vez, es narrada desde la perspectiva de un espía: un topo vietnamita que logra salir de Saigón justo antes de su caída y va a los Estados Unidos a seguir con su trabajo, soñando siempre con volver a su patria a luchar por “la revolución”.
Este enfoque es interesante y novedoso para los lectores, después de haber sido influidos por la visión de los estadounidenses sobre esa guerra de la que se hizo películas, novelas, ensayos, teatro y otras producciones en las que los vietnamitas no hablaban ni opinaban; sólo eran extras que morían achicharrados en sus aldeas por aviones asesinos. En esa guerra se perdió, al menos, una generación de vietnamitas y una de norteamericanos. Todavía se siente algunas de sus secuelas.
Las películas eran la forma que América tenía de ablandar al resto del mundo… El arte no se puede separar de la política.
Al Hormiguero le pareció un libro difícil, con un buen principio y un mejor final pero con un intermedio muy largo, tedioso, introspectivo, tortuoso. Narra el dilema de un personaje dual, marcado de nacimiento por su condición de bastardo interracial, que trabajaba espiando, bajo las órdenes del Vietcong, a un general del ejército de Vietnam del Sur. Es una novela crítica: de la guerra, de los Estados Unidos, de Francia, de China, de los sacerdotes y de la cultura occidental en general, pero también del comunismo y sus métodos, del odio fratricida que conlleva y la poca libertad que permite. Es complicada de leer; sólo seis personajes tienen nombre en la novela y la mayoría son hombres. En ella se percibe un soterrado desprecio por las mujeres.
…mis tres principios básicos a la hora de hablar con una mujer: no le pidas permiso, no le digas hola y no la dejes hablar primero.
El personaje central valora pocas cosas: la amistad de juventud sellada en un pacto de sangre, el amor materno y la patria; le llamó la atención un reloj de pared, con la forma del mapa de Saigón, que daba siempre la hora de la patria perdida.
Deseo no vivir en un país en guerra… (,,,) que tu país no fuera un caso perdido.
Es natural que el texto removiera los temores por nuestra propia situación, por la amenaza de guerra, por nuestros propios expatriados, y que nos desagradaran las explícitas torturas narradas, tan parecidas a lo que cuentan de lo que sucede aquí.
Este Premio Pulitzer no es fácil de leer, aunque está bien escrito y la traducción no es mala. Es novedoso e interesante cómo trata los poquísimos diálogos del texto y cómo logra un final perfecto, lo que es de valorar. Tampoco le falta sentido del humor.
Puede que los chinos hubieran inventado la pólvora y los fideos, pero Occidente había inventado el escote…
Fue calificada por las Hormigas con seis puntos, una evaluación alta tomando en cuenta el grado de pesimismo que nos dejó.
La muerte solamente dolería un momento, lo cual no estaba mal si uno pensaba en cuanto dolía la vida y en todo el tiempo que duraba.
Para endulzar el sabor amargo que nos dejó El simpatizante, leeremos algo liviano para el mes que viene; escogimos la novela de Isabel Allende, Largo pétalo de mar. NS
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