Guillermo Arriaga ¿en una cárcel?

 

La maravillosa y perturbadora Flannery O’Connor escribió: “Quien solo lee libros edificantes está siguiendo un camino seguro, pero un camino sin esperanza porque le falta coraje. Si alguna vez, por azar, leyera una buena novela sabría bien que le está sucediendo algo. Sentir cierta incomodidad es parte de la experiencia de leer un libro. Hay mucha mas pedagogía en la inquietud que en el alivio”.

Irene VallejoEl infinito en un junco*

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Teníamos tiempo sin vernos, unas más que otras; o por la pandemia, o porque muchas de nuestras hormigas voladoras habían estado de viaje. ¡Son tan preciados esos ratos! Una energía saltarina nos acompañaba: hay risas, conversaciones cruzadas, rubor en las caras. Puede ser también por el vino, o por el calor de la tarde de primeros de septiembre, o por el reflejo del último sol en la piscina y el verdor del jardín. Las amigas se ponen al día y cuesta llegar a la discusión del libro que algunas habíamos leído hacía ya siete meses. Pero no; no lo habíamos olvidado.

 

El grupete

 

“Es asqueroso, repugnante”, son las primeras palabras de mis apuntes. Salvar el fuego, de Guillermo Arriaga Jordán (Ciudad de México, 13 de marzo de 1958), es un libro polémico: rompe esquemas y eso duele. Mueve emociones con sus pasiones—amor, alegría, tristeza, rabia y miedo—pero también produce un asco profundo, hasta la náusea. A pesar de eso, una sigue leyendo; tiene algo adictivo. Aunque es verdad que no es un libro para todo gusto; no sólo por el lenguaje sino porque es una historia de muchas capas que nos lleva montadas en un subibaja de vértigo, hacia lo más oscuro y desconocido, hasta lo impensable. Además, su tono soez y grotesco nos habla directamente, con el uso de la primera persona, y nos involucra en las vidas de los personajes, en sus terribles intimidades, en su desastrosa historia familiar y en los distintos ambientes y lenguajes de la violenta Ciudad de México de la novela.

Marina, la protagonista femenina, se enfrenta a dos mundos: su propia burbuja, ordenada y aparentemente satisfactoria para todos, pero tan aburrida, pulcra y predecible que ella, como artista, se sabe estancada; el otro, un submundo que nunca imaginó conocer: lleno de violencia, corrupción, extorsión y venganza. Pero es además un despertar estético que transforma su arte, un placer sexual y un enamoramiento que nunca había vivido, que despierta en ella una curiosidad insaciable y una adicción por vivirla que la lleva hasta exponer la vida, perder a su familia y ser juzgada por su entorno,  vivir perseguida… huyendo tras un condenado a cincuenta años de prisión.

Algunas Hormigas consideraron eso como muy improbable, pero otras han conocido casos verdaderos de ésos impensables.

La inserción de los textos del taller literario en la novela, que nos muestran el alma de esos seres atormentados, acompaña la trama principal. En cambio, los del hermano de José Cuauhtémoc (el otro personaje central)—quien también era un asesino pero empresarial—hacen avanzar la trama al explicar los terribles pormenores de su disfuncional familia y los detalles del asesinato de su padre.

Las nuevas técnicas literarias que no agradan a todas en el grupo—llega a usar hasta siete sinónimos para una palabra—, su ritmo acelerado y los excesos descriptivos, algunas veces innecesarios, son como un guión de película que deja poco a la imaginación del lector. El relato parece ir a más velocidad que la vida real.

El uso del lenguaje, aunque se adapta perfectamente a los distintos ambientes y los diferentes personajes, es impredecible pero no entorpece la lectura. Lo que sí causó rechazo fueron los detalles pornográficos y escatológicos que a lo mejor son comerciales, despiertan el morbo del público y aumentan las ventas, pero además de muy desagradables resultan, para muchas, innecesarios.

Este drama shakesperiano nos dio una tarde intensa de discusión. Las votaciones fueron desde los cuatro puntos hasta los nueve. Terminó calificado con siete (7,3) sobre diez. La misma Hormiga que dijo aquellas primeras palabras, “es asqueroso, repugnante”, me comentó al final de la discusión: “Después de oírlas, como que me gusta más el libro”.

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El obsequio

 

Mirenchu se lució esa tarde; es la anfitriona perfecta. Además de los mil detalles de la mesa, de la casa y de su bondad innata, nos deslumbró con un nuevo look de pelo corto y su total recuperación.

Los sabores de esa tarde fueron perfectos. Una torta de chocolate del otro mundo, acompañada de la insuperable torta de naranja de Rosa Elena, coronaron la merienda. Pero al poco rato, aunque no queríamos, tuvimos que salir corriendo. Caracas es una de las ciudades más peligrosas del mundo, como Ciudad de México, y la remembranza de la lectura de Salvar el fuego nos alteraba. Cuando llegué a casa esa noche fue cuando me di cuenta de que no venía sola, que no tenía porqué temer: dentro de la bolsita de dulces que nos dio Miren como regalo de despedida, venía una estampita de la Virgen de Coromoto, con una oración que le pide que proteja a las familias venezolanas y las haga buenas y merecedoras del amor de Dios. Estábamos protegidas.¶

NS

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* Epígrafe suministrado por Graciela Sucre Guruceaga.

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Complemento en este blog: El Premio Alfaguara 2020

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(Debimos escoger entre dos novelas para leer el próximo mes. Interesadas por el tema Talibán—que está en el tapete—y en posesión de nuestro oficio de lectoras, preferimos El librero de Kabul, de Åsne Seierstad, antes que la novela de Khaled Hosseini: Y las montañas hablaron ).

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