Tomado de infobae
“No quise escribir un panfleto feminista”

Cristina Pérez
“La dama oscura” tiene como protagonista a Aemilia Bassano, la primera mujer que consiguió publicar un libro con su nombre en Inglaterra y que, según algunas investigaciones, habría sido amante del bardo y también coautora de algunas de sus obras. La novela llega este lunes a librerías
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1 de Noviembre de 2021
Muchas veces las cosas importantes, aquellas que pueden cambiar una vida, no se manifiestan de manera espectacular sino con letra pequeña. En este caso, el descubrimiento llegó en una nota al pie, mientras Cristina Pérez, nacida en Tucumán, periodista, escritora, un nombre clave de la televisión y la radio argentinas, amante de la obra de William Shakespeare y también del período histórico en el que vivió y creó el dramaturgo y poeta inglés, leía un estudio de literatura isabelina. Allí, debajo de la imagen de Lord Chamberlain, se consignaba que una mujer llamada Aemilia Bassano había sido la amante de ese hombre, el más poderoso de Inglaterra, pero se sugería también que el suyo podría ser el nombre detrás de la célebre aunque desconocida “dama oscura” de los sonetos de Shakespeare.
“Para mí fue un llamado casi instintivo, de profunda curiosidad. Porque cuando uno habla de Shakespeare, habla también de este hombre que escribió sobre el amor de alguna manera para inventarlo, ¿no? Pero de él, biográficamente, solo sabemos que estuvo casado con una mujer con la que tuvo tres hijos pero de quien estaba alejado. ¿A quién amó? ¿Cuál fue su fuente para escribir sobre el amor de formas tan variadas? Tan variadas y con una intensidad que tiene que ver con la época, en un tiempo donde la gente vivía hasta los 25 años y la vida era urgente. El amor tenía esa intensidad volcánica que también estaba encendida por las restricciones y el control en todos los órdenes de la vida, en una cultura imbuida por la Reforma religiosa”, cuenta Cristina desde su casa a través del zoom, un mediodía de sábado luminoso, a propósito de su nueva novela, La dama oscura, donde reconstruye una versión de la vida de Shakespeare en la que esta mujer, Aemilia, la de la nota al pie, la amante del noble poderoso, tiene un lugar central en la vida del bardo pero también en la producción de su obra monumental.
“Cuando uno se pregunta cómo podemos acercarnos a Shakespeare como el hombre que amó, llegamos a sus sonetos, que se consideran dentro del registro biográfico. Pero lo que pasa es que estos sonetos no se publican por su voluntad sino que todo indica que se los robaron para perjudicarlo no a él sino a alguien más poderoso, que podría ser uno de sus mecenas y revelaban lo que hoy sería equivalente a revelar un video con relaciones íntimas, con relaciones totalmente prohibidas, un triángulo amoroso y la bisexualidad de Shakespeare o al menos su relación homoerótica con otro hombre pero también una relación de intenso amor con una mujer. Allí -sin pensar que va a ser leído- descarga sus pasiones, también las más oscuras, como los celos”, sigue la autora de La dama oscura, quien cuenta su sorpresa al descubrir que esta amante de Shakespeare fue además la primera mujer que publicó un libro en la literatura inglesa en 1611, en tiempos en que las mujeres no solo vivían sometidas a las decisiones de los hombres sino que la mayoría no sabía leer y escribir. Por las condiciones excepcionales en las que se había criado, la cultura de Aemilia podía ser semejante a la de la propia reina, aún sin pertenecer ella a la nobleza.
“La relación entre ellos era imposible, el divorcio era un trámite casi prohibido”, explica Pérez la situación dramática de los amantes, que está muy desarrollada en su libro. “Me había propuesto llegar al amor que inventó el amor y llegué a una mujer que fue capaz de transitar una vida siendo ella misma a pesar de situaciones dramáticas y anticipándose a nuestra época con una obra que consideran los críticos como protofeminista.”
Basada en datos históricos pero construida como ficción, la historia principal que narra la novela de Pérez se desarrolla en el marco de las intrigas de la corte isabelina, un tiempo que albergaba el asombro por los descubrimientos del Renacimiento inglés, el surgimiento del teatro en una época de divisiones religiosas y plagas y la monarquía absoluta como sistema de gobierno, en ese entonces a cargo de Isabel I. Aemilia Bassano, hija de una familia de músicos de origen judío italiano -de ahí el color de su cabello y de su piel, algo más oscura que la del resto de las mujeres del lugar-, llegada a la corte escapando de la Inquisición, es la amante de Henry Carey, Barón Hunsdon de Hunsdon y Lord Chamberlain, es decir, miembro oficial de la Casa Real, 43 años mayor que ella. Aunque no es noble, como cortesana su vida transcurre en el corazón de la nobleza. Dueña de una cultura extraordinaria para su tiempo, sobre todo en una mujer, Aemilia busca darse libertades en un mundo que no contempla la libertad por fuera de las restricciones religiosas y sociales, mucho menos en el caso de las mujeres.
En paralelo a su búsqueda de crecimiento personal, hay un joven actor, un artista deslumbrante llegado a Londres desde el campo. Su nombre, William Shakespeare. Algunos estudiosos señalan que hubo entre ellos una relación amorosa y que ese vínculo sería algo así como “el amor que inventó el amor”. Según estos expertos, Aemilia Bassano habría sido coautora de algunas de las obras de Shakespeare, fundamentalmente aquellas que transcurren en Italia, como Romeo y Julieta, por ejemplo.
Shakespeare no había tenido estudios superiores ni era sumamente ilustrado y tampoco había viajado. Así como era un gran conocedor de la lengua y los intereses populares, pudo ver de primera mano el discurso de la nobleza cuando ya había escrito gran parte de su obra y lo que sabía del mundo era a través del relato de los otros. La relación íntima entre Bassano y Shakespeare explicaría muchas dudas surgidas a lo largo de los siglos de la lectura de los textos del dramaturgo: no solo las abundantes fuentes de cultura italiana -aunque conocido en idioma original por algunos autores como Chaucer, el Dante tuvo su primera traducción al inglés recién en el siglo XVIII- sino también lo relacionado con la música –Shakespeare no tenía estudios ni práctica musical y, sin embargo, en sus obras hay al menos 300 términos musicales y referencias a 26 instrumentos- así como también algunas expresiones, diálogos y conceptos vinculados a la cultura judía. Cuenta Cristina que la familia de Aemilia había llegado a Inglaterra trayendo en su equipaje las llamadas novelas italianas, lo que podría explicar el conocimiento de Shakespeare de estos temas (tanto como la posible coautoría de sus obras).
“Siempre siento algo italiano, algo judío en Shakespeare. Quizás los ingleses lo admiran por eso, porque es muy diferente de ellos”, le dijo Jorge Luis Borges a The Paris Review en 1966, según recordó hace unos años Elizabeth Winkler en un artículo sobre Bassano, en The Atlantic. Y fue por Borges, justamente, que Cristina Pérez llegó a Shakespeare, a la lengua inglesa, a los cursos sobre su obra y a la posibilidad de leerlo también en el inglés isabelino, algo que consiguió gracias a la insistencia de un profesor en Boston, quien le sugirió una suerte del técnica de la inmersión: leer los textos en voz alta una, dos veces, no dejarse vencer hasta conseguir maravillarse con las palabras que, de pronto, comienzan a tener sentido.
-¿Qué quisiste contar en La dama oscura?
-Todo comenzó cuando quise ir en búsqueda de la identidad de la mujer que Shakespeare amó en secreto y cuyo registro, críptico, dejó en sus sonetos. Y siguiendo una de las hipótesis más sólidas -que avalan más de diez expertos- llegué a la fascinante vida de Aemilia Bassano Lanyer, una mujer adelantada a su tiempo que fue la primera mujer que consiguió ser publicada como autora profesional en la literatura inglesa. Hay que tener en cuenta que esto ocurrió en 1611, un tiempo en el que más del 90 % de las mujeres no sabía leer ni escribir. En su libro, un poemario que se llama Salve Deus, Rex iudaeorum, Aemilia reclama que las mujeres sean valoradas en su virtud y mérito. Las limitaciones eran para todas: desde la reina hasta la última plebeya padecían duras restricciones en cuando a las decisiones sobre su vida, su desarrollo educativo, y tenían un estatus jurídico de dependencia del hombre. Aemilia padeció tragedias personales, mandatos crueles, y una intemperie por momentos total. Sin embargo, eso no le impidió sostenerse en su talento y sus artes: la música y las letras, a pesar de las adversidades.
Como gran conocedora de la obra de Shakespeare y también de quienes trabajan sobre la hipótesis de que no toda la obra que se le atribuye fue escrita por él, Cristina sostiene que efectivamente en esos tiempos había muchos textos escritos entre varios autores pero que las versiones que suponen que el verdadero autor de esa obra fue un noble, no tienen sustento. Lo explica así:
“Shakespeare no escribía para ser publicado en los libros sino para la escena, escribía en el barro de la escena. Hay en su obra un gran conocimiento de la naturaleza y de la vida popular que ni por asomo podría haber conocido un noble, sobre todo el registro de la jerga popular. Con respecto a su vínculo con el poder, y a la pregunta acerca de cómo entraba Shakespeare a las mentes del poder, no olvidemos que el teatro cumplía un fin para la corona y los nobles habían conseguido unos permisos especiales para las compañías teatrales para que pudieran entrar mientras presentaran la licencia de los nobles que los patrocinaban. Esto les daba cercanía permanente. Y Shakespeare era una esponja que absorbía todo y además tenía información por la gente con la que trataba y que volcaba de una manera específica”.
En su novela, asegura Pérez, “está el amor, están las traiciones, hay un espejo con la reina que es muy interesante porque ella también es una mujer de avanzada, que pese a las presiones para que se casara, para que tuviera hijos, no lo hizo nunca y sin embargo gobernó y sentó las bases del imperio británico y una joven que, pese a las cosas terribles que le pasan en su vida, se desarrolla intelectualmente y crece y transita un gran amor que, tal vez, puede ser la base del amor romántico que hoy conocemos”.
-Entrás todos los días y desde hace muchos años a la casa de la gente desde la tele y también desde la radio y los artículos que escribís. Sos autora de un libro de cuentos, (Cuentos inesperados, de 2013) y esta es tu segunda novela (la primera fue El jardín de los delatores, de 2025). ¿Por qué escribir? ¿Qué hay de diferente en lo que tenés para contar?
-La literatura es mi felicidad. Mi casa es básicamente un lugar donde primero miro dónde voy a poner la biblioteca y recién ahí empiezo a hacer mi casa. Escribir para mí es inevitable, empecé a escribir desde muy niña todo tipo de producciones pero me costó llegar a la adultez y transcurrir el estudio de la literatura inglesa para soltarme. En esta novela, yo no quería escribir un panfleto feminista, quería tener la verdad de la vida de esta mujer, con sus claroscuros. Tampoco quería escribir una novela cursi y emprendí el desafío de comprender personajes que, en ese contexto tan opresivo, tuvieron un triángulo amoroso que incluye la bisexualidad e infidelidades varias.
-¿Qué clase de lectores imaginás para tu novela?
-Cuando leo, trato de abrir el corazón y recibir ese mundo que se me ofrece intacto. Y sé que un libro puede transformarme, curarme, darme felicidad. Y pienso en un lector que también abra su corazón al leer y disfrute con la felicidad de las palabras. Y le pediría que si la historia no le ofrece la fascinación de este gozo, la deje, con lo cual ese es mi contrato. Me gusta intentar ofrecer verdad; quiero llegar a los personajes desde la empatía, llegar a la verdad del otro para poder pintarlo como en una pintura, que si uno pinta bien un rostro, quienes lo ven lo van a reconocer. Ese despojarse del autor para llegar a la verdad de un personaje para mí es un trabajo de amor y de encontrar las palabras, que son también una forma del amor.
-Por último, Cristina, ¿qué pensás que tiene para decirnos hoy un personaje como el de la protagonista de tu novela?
-Aemilia Bassano es una mujer que, habiendo sufrido situaciones durísimas como tener que aceptar ser la amante de un noble para asegurar la licencia para su familia en la corte, haber pasado por uno o más abortos por situaciones de violencia sexual; haber tenido que aceptar un matrimonio con un joven de la corte (N. de la R.: Alfonso Lanier o Lanyer) que le fue impuesto para cubrir un embarazo; por haber sido prácticamente la madre sola que lleva adelante la vida de su hijo, por haber perdido luego una criatura, por haber escrito ese primer libro expresando lo que pensaba y no solo temas religiosos y haberlo firmado con el riesgo que implicaba, por haber fundado una escuela en aquella época, muestra que aún en medio de las cadenas más pesadas, una mujer con determinación puede ser quien quiere ser. En ese momento estaba en juego la vida, el sustento, el no poder amar libremente porque para vivir este gran amor -o cualquier otro- una mujer tenía que salirse de los márgenes de maneras críticas. Una mujer noble, por ejemplo, podía ver arreglado su matrimonio cuando tenía 7 años y concretado a los 12 con alguien 30 años mayor, a quien nunca había visto. La vida era muy difícil, ni hablar para una mujer que tuviera un desarrollo intelectual y no estuviera contenida por los blasones de una estirpe de nobleza, como le pasaba a Emilia. Y ése es entonces el mensaje que resuena hoy: que podemos ser quienes somos y tenemos derecho a serlo y que tenemos que cultivar la determinación mirando menos en los obstáculos y convertirlos en anécdota. Porque ese poder también lo tenemos las mujeres. Yo siempre digo que ser víctimas es una tragedia pero nunca puede ser una elección y como mujer me paro ahí. Yo no me recuesto para hablar del poder de las mujeres en la victimización sino en el poder, a pesar de todo lo que nos rodea y nos ha rodeado y creo que ahí y está nuestra fuerza. Una mujer no tiene que salir a pedir permiso ni licencia para ser y la gran lección de Aemilia es que uno a veces tiene que ser uno en un entorno de incomprensión y que le tenemos que dar menos importancia a la comprensión de los otros.¶
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Para descargar fragmentos de la novela: Extractos
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Nota de la redacción de este blog
Que Shakespeare no tuviera estudios o práctica musical no significa que sus numerosas referencias a instrumentos indiquen que las añadiera otra persona; específicamente, la hipotética Aemilia Bassano. Shakespeare valoraba el arte musical, al punto de que nos dejó este pensamiento: “El hombre que no tenga música en sí mismo, ni se conmueva con el acorde de dulces sonidos, es apto para traiciones, estratagemas y botines”. En todo caso, fue el esposo de Anne Hathaway (sí, la homónima de la bella y eficaz actriz de nuestros días) con quien procreara tres veces.
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