El autor y el libro

 

Después de declarada la pandemia de Covid-19 en el mundo, muchas cosas han cambiado, entre ellas la frecuencia de las reuniones del Hormiguero en Caracas. Las Hormigas, a pesar de haber desarrollado una buena caparazón después de dos décadas de chaparrones y de mantener activo, contra viento y marea, el mejor grupo de WhatsApp del mundo, hemos sufrido la desdicha de no podernos ver ni abrazarnos y sentir la energía poderosa de estar juntas. Ya algunas se habían ido del país y otras se quedaron atrapadas afuera por “el bicho”; por eso, el martes 1º de diciembre en el salón de Carolina, cuando por fin nos reunimos, Carola pidió comenzar con una oración de gracias: por estar juntas y por estar vivas, por seguir leyendo con placer—las más de las veces—y con mucho compromiso las novelas que nos proponemos. Somos bendecidas de muchas maneras y una, importante, es nuestro grupo de lectura. ¡Gracias a Dios por ello! Claro que también pedimos por nuestra salud, la de las familias y por la del mundo en este año de peste.

No se nos olvidó nuestra adorada Venezuela, que tanto sufre y vimos reflejada en la novela que nos tocó discutir: Como polvo en el viento, el más cubano de los libros de Leonardo Padura (La Habana, Cuba 1955). A pesar de sus 672 páginas en el iPad, y con ese tema que por ser espejo de nuestro vivir es tan irritante para las Hormigas, alcanzó 6 puntos en la votación.

Copio de Elizabeth:

…es un libro con varias aristas. Maneja la situación política, social y económica de Cuba, la inmigración, las relaciones humanas y el valor de la amistad, además de ser una novela de suspenso. (…) …lo que más me gustó fue el manejo de las relaciones entre los humanos con sus motivaciones, aciertos y errores. El concepto profundo e invalorable de la amistad que mantiene a los seres humanos unidos aunque estén separados, ayudándose y preocupados por el bienestar de unos y de otros a pesar de ser tan diferentes. (…) Me afectó saber que la vida cotidiana de Venezuela se volvió exactamente igual a la del día a día cubana, lo que nunca pensamos que nos pasaría. (…) Después de haber leído del autor El hombre que amaba los perros y Herejes, me parece que éste no está a la misma altura; en mi opinión le faltó armonía. No es consistente. Hay diálogos maravillosos y otros muy flojos.

Padura, hijo de padre masón y madre católica, es un cubano atípico a pesar de haber jugado béisbol en la infancia y, como todos, haber soñado con llegar a las grandes ligas. Puede, como casi ninguno, viajar por el mundo y seguir viviendo en Cuba, en el mismo barrio y en la misma casa donde nació. Tiene el don de la observación y el de contador de historias desde que siendo un niño leyó la del Conde de Montecristo. Es el escritor vivo más importante de Cuba, que ha aceptado la era digital como la superación de la edad moderna y piensa que es un vehículo para construir cultura. Ha alcanzado fama internacional y muchos premios. Él se nutre de las historias de su tierra, esa isla maltratada por tantas desgracias que es una mina de situaciones inverosímiles que parecen sacadas del Realismo Mágico. Y dice: “Sin Cuba no soy nadie”.

Los personajes que forman el clan de la novela son amigos de la universidad, todos diferentes entre sí a pesar de ser contemporáneos, y aunque estos “hijos de la revolución” son educados y relativamente privilegiados y algunos provienen de familias de abolengo anterior o acomodadas en el sistema, tienen en común el agobio que causa el peso de la bota militar comunista sobre el cuello. Distraen el tormento como pueden o pasan por encima de él, y por ello es tan citado el libro de Milan Kundera, La insoportable levedad del ser, que leyeron y releyeron esos amigos en los ochenta tardíos cuando se desarrolla parte de la novela. La mayoría huye como bien puede de Cuba al terminarse la ayuda de Rusia y Checoslovaquia, hecho que está muy bien destacado. La que no está nombrada, ni sugerida siquiera una vez, a pesar de que la historia se extiende hasta bastante más allá del año 2000, es la ayuda constante y abultada que Venezuela le ha prestado a la isla en detrimento de su propia población.

Marisabel vio reflejada en el grupo de amigos a la mitología griega, y cada personaje representa un arquetipo particular con algunas de sus características psicopáticas. Al desmembrarse el grupo, la soledad—que es como una flor carnívora—y la desesperanza son lo que queda con el recuerdo de la juventud.

Graciela sospechó de una “escritora en negro”, por lo bien desarrollada que está la psicología femenina en el texto y su sensibilidad ante algunos detalles que sólo tienen las mujeres. La investigación detrás de la historia está bien realizada, y hay clarividencia en el carácter autobiográfico de muchas situaciones y personajes.

Es un libro difícil de leer a pesar del escritor, arquitecto de la narrativa que tan bien conoce su trabajo y maneja con precisión el cambio del tiempo de pasado a presente, que detalla las emociones y logra describirlas así como lo que cabe en un instante. A pesar de eso el libro es largo, pesado y tedioso, basado en el desarraigo de los que se fueron, pero también en el de los que se quedaron y vieron despedazarse sus predios. Los cubanos, como los venezolanos, estamos dejando nuestras cenizas en diferentes latitudes, pues ahora somos, así como dice la canción, Como polvo en el viento. En casi todos los países del mundo hay, al menos, un venezolano huyendo de la catástrofe. Vayan para ellos, desde Caracas y de parte de Las Hormigas, los mejores deseos de paz, salud y prosperidad en estas tristes navidades, y que el Niño Jesús nos bendiga a todos y nos traiga un 2021 feliz.
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El próximo libro es el de Sándor Marai, El último encuentro. NS

PD: Releí en estos días El amor en los tiempos del cólera, del maestro Gabriel García Márquez. ¡Cómo cambian los libros cuando pasa el tiempo! Éste en particular, cuyos personajes centrales son dos viejos, me resultó totalmente nuevo y sabio con los años. Se los recomiendo.¶

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