
La novela Caín, del Nobel de Literatura José Saramago, fue comentada el martes 2 de abril en casa de Carmen Tahío.
El último libro del portugués, que toma al primer asesino de la humanidad como protagonista y al Viejo Testamento como tiempo de desarrollo de la novela, causó polémica en el Hormiguero. Para la mayoría de las Hormigas fue difícil separar la irritante personalidad del autor y su postura herética ante la religión católica, del libro y su historia; se confesó prejuiciada por el comunismo de Saramago y consideraron al libro un cuento con enfoque equivocado de la Creación, con visos de cuento pornográfico para adultos ateos.
Carmen Tahío nos leyó como introducción la biografía de Saramago (http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Saramago). A muchas nos dejó pasmadas la dura realidad de la vida del escritor quien, a pesar de no poseer estudios formales relacionados con la literatura, logró el premio máximo en ese campo. La Academia Sueca, cuando otorgó el premio, destacó su capacidad para “volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía”.
La pobreza de su familia lo marcó por siempre; a pesar de ser un estudiante aventajado y recitar los clásicos de memoria a los doce años y no haberlos olvidado nunca, Saramago no pudo terminar sus estudios técnicos por no poseer medios económicos que se lo permitieran. Ese pasado lo llevó a inscribirse en el partido comunista y luchar por reivindicaciones sociales de los trabajadores de su país y del mundo.
La novela El evangelio según Jesucristo (1991) lo catapulta a la fama a causa de una polémica sin precedentes en Portugal—que se considera una república laica—, cuando el gobierno veta su presentación al Premio Literario Europeo de ese año, alegando que «ofende a los católicos». Como acto de protesta, Saramago abandona Portugal y se instala en la isla de Lanzarote, en Canarias, hasta su muerte, acaecida en 2010.
Saramago se declara ateo. Para muchas hormigas eso está en duda pues son pocos los católicos que conocen la Biblia tanto como él. Hay que considerar también que Portugal era un país extremadamente católico en los años de juventud del autor.
La novela que leímos nos pasea con cierta mala fe por los pasajes más sangrientos e inexplicables del Viejo Testamento, allí donde el Señor fue más cruel y menos compasivo con los hombres. Hace que Caín lo confronte y ponga en evidencia su dureza.
Sus principales personajes son Caín y Dios—que el autor en su estilo escribe habitualmente con minúscula—, un dios con muchas características humanas que Saramago acerca a nosotros. Nos describe cómo hay veces que se presenta todo engalanado y otras con ropa de trabajo. Es un personaje cuyo principal interés es que el hombre no llegue a ser como él, y por eso lo castiga cuando come del Árbol del Bien y del Mal. El autor lo muestra lleno de ira y odio. Es el dios del ojo dentro de un triángulo, que lanza rayos castigadores contra los hombres.
El Antiguo Testamento es un libro de mitos, como el Popol Vuh, escrito de esa forma por los hombres de la época para explicarse la creación. Saramago, basándose en ese texto, nos retrata a un dios colérico e imprevisible, parecido a los dioses griegos por lo mucho que se entrometía en la vida de los humanos. Es un dios que desde el principio del libro reconoce que se puede equivocar y remediar sus equivocaciones. (Caso de la voz, el lenguaje y el ombligo). Saramago nos lo muestra casi como humano y lo acerca a nuestras propias debilidades. A fin de cuentas, nos habría creado a su imagen y semejanza.
Con su lenguaje claro, Saramago hace creíbles vetustos pasajes. En otros momentos utiliza la magia o explicaciones milagrosas para lograr que la trama avance, pasar del pasado al futuro o a la inversa.
Las mujeres, por mandato de ese dios, debían obedecer a sus maridos, pero en el libro está claro que ya desde Eva la rebeldía ante esta injusticia estaba latente: Estaba sorprendida consigo misma por la libertad con la que le había respondido al marido, sin temor, sin tener que elegir las palabras, diciendo simplemente lo que, en su opinión, el caso requería. Era como si dentro de sí habitase otra mujer, con nula dependencia del señor o de un esposo por él designado, una hembra que decidía finalmente, hacer uso total de la lengua y del lenguaje que el dicho señor, por decirlo así, le había metido boca adentro. Esto, a pesar de la discusión que había tenido con Adán hacía muy poco: …pero no te olvides de que quien manda aquí soy yo. Sí, fue lo que el señor dijo, asintió Eva, y puso cara de quien no ha dicho nada. Y de que poco más adelante se dijese a sí misma: Sí, tenía miedo, miedo de fallar, miedo de no tener palabras suficientes para convencer al guarda, incluso llegó a decir en voz baja, tal era su desánimo, Si yo fuese hombre sería más fácil.
Alguna hormiga creyó que al final de la historia, Caín, por venganza, logra destruir el plan de Dios, a quien culpa de todo lo malo que los hombres en general o él mismo en particular hacen, porque si es verdad que es un dios omnisciente y todopoderoso ¿por qué no evita el mal en el mundo? Otras pensaron que quien sale peor parado es Caín que, condenado a no ser asesinado, está expuesto a ser castigado por su culpa una y otra vez. Morirá de viejo y será comido por las aves de rapiña.
Para algunas la novela fue imposible de leer; creyeron que la Semana Santa no fue el mejor momento para este libro que cuestiona al Dios de la Biblia. Para la gran mayoría el libro no le dejó nada y lo rechazó por irreverente, irónico, mordaz y sarcástico. Sintieron que tanto cuestionar a Dios les provocaba angustia y desasosiego. Su humor, que consideran ordinario, su crítica a la Biblia y sus pasajes eróticos, que algunas vieron como pornográficos y percibieron como falta de respeto al lector.
Sólo algunas consideraron que este autor era un escritor ateísta y no un ateo escritor que interpretó la Biblia con pleno conocimiento de ella. Utilizó a Caín de protagonista porque después que mata a Abel se sabe poco de él, y esto le permite inventar la historia y exprimir al personaje. El inteligente uso de la ironía y el humor irreverente las divirtió.
Es sabido que Saramago no escribía para agradar a los lectores. Ninguna pudo cuestionar sus dotes literarias y su lenguaje llano, que hace creíble la historia. Se hizo patente que su manera de escribir sin puntos ni espacios, utilizando las mayúsculas según código propio, causa incomodidad a algunos lectores. Hubo quien consideró al libro como el último esfuerzo comercial del autor, que por polémico le iba a dar mucho dinero antes de su muerte.
Muchas lograron captar compasión en el pasaje de Sodoma y Gomorra, vieron la falta de entendimiento de la humanidad retratada en la Torre de Babel y sintieron expuesta la discusión del control de la natalidad en el Arca de Noé.
Caín es, en definitiva, un libro que causa roncha; aún antes de ser publicado ya la Iglesia Católica lo estaba atacando en los medios. De todas formas fue su última novela y sus palabras finales: La historia ha acabado, no habrá nada más que contar, resultaron proféticas en el caso de este autor.
La votación fue de: 5,8 puntos.
Lo que sí fue del agrado de todo el Hormiguero fue el amable trato de la anfitriona en esa casa de espacios limpios y claros, donde el buen gusto y la buena arquitectura se reúnen en torno a una piscina azul, rodeados por una vista de ciento ochenta grados de nuestra ciudad. La merienda fue exquisita y la atención impecable. Los cumpleaños celebrados con la torta maravillosa de Rosa Elena nos trajeron felicidad y, como siempre, sentimos que esas tardes de Hormiguero nos alegran y amplían el alma.
La próxima reunión será el 7 de mayo en casa de María del Carmen y discutiremos El olvido que seremos, de Héctor Abad.
Después, en junio, el 4, vamos a casa de Mirenchu y comentaremos El invierno del mundo, de Ken Follett.
NS
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