Leer a Javier Marías produce el placer de los libros pensados y escritos por un profundo conocedor del castellano. Sus diferentes formas de formular la misma idea nos muestra su amplia comprensión de nuestro idioma y su facilidad para expresarlo, llegando a abrumar al lector con tanta sabiduría. Lo mismo sucede con sus eruditas citas literarias que algunos consideran engreídas. En Berta Isla, las Hormigas encontraron una novela difícil, inquietante y desoladora donde la desconfianza, la falta de anhelos e ilusiones, la soledad y las dudas de Berta acabaron por internalizarse en las lectoras y producir rechazo y angustia. El personaje de Berta habla en primera persona y su zozobra contagia; en cambio, lo que le sucede a Tomás Nevinson está escrito en tercera persona. Es el narrador omnisciente el que nos cuenta la poca acción que hay en la novela.
Somos como el narrador en tercera persona de una novela, algo así… es él el que decide y cuenta pero no puede ni interpelárselo ni cuestionárselo. No tiene nombre ni es un personaje, a diferencia del que relata en primera persona; se le da crédito y no se desconfía de él, por tanto; se ignora porqué sabe lo que sabe y porqué omite lo que omite y calla lo que calla y porqué está capacitado para determinar el destino de todas sus criaturas y aun así no se le pone en tela de juicio… Dicho de otra manera, el narrador en tercera persona, omnisciente, es una convención que se acepta. Y quien abre una novela no se suele preguntar por qué ni para qué toma la palabra, y no la suelta durante centenares de páginas, esa voz de hombre invisible, esa voz autónoma y exterior que no viene de ningún sitio.
Lo que ninguna pudo negar es que la novela las puso a pensar. Para Javier Marías no importan tanto los acontecimientos como la reflexión y el análisis que producen; todo sirve para exponer su punto de vista filosófico, con esa nueva forma de escribir novelas donde cabe todo lo que sea pertinente. (Hibridismo es el término que designa las obras que combinan la narración y, por ejemplo, el ensayo).
…a todos nos influye el universo sin que nos sea posible intervenir en él, ni devolverle un arañazo.
Todo es justificable desde el propio punto de vista, y cada cual tiene el suyo, cargarse de razón es muy fácil.
Claro que vivimos en el mundo de la inmediatez, donde todo es instantáneo y debe ser corto y claro para que no nos tome demasiado tiempo. El relato de tres décadas que hace Berta, de las cuales pasa doce años esperando por el regreso de Tom, nos desespera. La mujer centra su trabajo, sus estudios y su vida en el desaparecido, no logra y no quiere rehacer su vida. Definitivamente no se identifica con nosotras.
Lo que acaba de suceder pero ya no sucede ya no interesa, la atención de la gente se va tras lo siguiente, cualquier cosa que esté a punto de acontecer o acontezca, que todavía encierre una incógnita o no haya ofrecido un desenlace, en el fondo se desea vivir vicariamente en la inestabilidad perpetua y bajo amenaza constante, o al menos sabiendo que hay otros que lo pasan peor que nosotros en algún punto del globo, otros que nos recuerden cuánto peligro hay por ahí acechando… nos hemos acostumbrado a que siempre se cierna alguna catástrofe, y a la idea de que nos va a afectar directa o indirectamente.
Marías es crítico de nuestra forma de vida. Escribe en máquina eléctrica—no entiendo dónde consigue los repuestos—porque dice que la computadora es lenta y se queda colgada. No utiliza redes sociales y dice que son “una pérdida de tiempo de una sociedad infantilizada”.
…tratar de prolongar la adolescencia o la niñez, con sus plácidas indefiniciones, parecía propio de pusilánimes y medrosos, de los que la tierra está hoy tan llena que ya nadie los ve como tales. Son la norma, una humanidad sobreprotegida y haragana, surgida de un plazo brevísimo después de siglos de lo contrario: actividad, inquietud, intrepidez e impaciencia.
Claramente se siente más cómodo con el pasado y en sus ficciones no hay teléfonos inteligentes ni avances tecnológicos y se le ha oído decir que “la ficción sirve para sobrellevar la realidad”.
…Lo que está perdido y en el pasado es siempre más confortable que lo presente tibio y lo improbable por venir. El daño que nos causó se distancia y se convierte en irreal. Lo que ocurrió ya no amenaza ni nos sume en la zozobra ni en la desesperación mayor, que es la anticipada. Lo vivimos con tristeza, sí, pero sin temor. En los temores, una vez aplacados por cumplidos, uno puede refugiarse, porque ya no se volverán a cumplir.
La muerte, real o ficticia, está presente desde el principio de la novela. Es el detonante de la trama y uno de los temas en los que más se regodea el autor.
Es verdad que nos vamos con ellos, en el primer instante al menos. Queremos acompañarlos, seguir en su dimensión y en su senda, que es ya el pasado; sentimos que nos abandonan, que han emprendido otra aventura y que somos nosotros los que nos quedamos solos, avanzando por el oscurecido camino que no les interesa y del que han desertado; y como no podemos ir detrás o no nos atrevemos, volvemos a nacer y a dar unos titubeantes pasos, se nace cada vez que se sobrevive a alguien cercano, cada vez que se produce una baja y ésta tira de nosotros pero no logra arrastrarnos por la garganta del mar que la ha engullido.
…no sabía si… había sido o no admitido entre los muertos, si respiraba el mismo aire que ella… o si hacía ya tiempo que no alentaba, expulsado de la tierra o admitido por ella, es decir, sepultado bajo su superficie a pocos metros de donde nuestros pies se posan, de donde caminamos con despreocupación sin pensar nunca qué esconden.
No sé si la amistad dura tanto, quiero decir más allá de la muerte.
Si desaparecemos no se notará nuestra falta, el hueco será rellenado sin solución de continuidad, como un tejido que se regenera rápido, como el rabo de una lagartija que le vuelve a crecer, y quién se acuerda ya del que se le cortó.
Javier Marías dice no deberle nada a España y, para no deberle, no ha querido recibir del gobierno ningún premio. Tampoco parece tener estima por la democracia y la sabiduría del pueblo.
El pueblo, que a menudo es vil y cobarde e insensato, nunca se atreven los políticos a criticarlo, nunca lo riñen ni le afean su conducta, sino que invariablemente lo ensalzan, cuando poco suele tener de ensalzable, el de ningún sitio. Es sólo que se ha erigido en intocable y hace las veces de los antiguos monarcas despóticos y absolutistas. Como ellos posee la prerrogativa de la veleidad impune, no responde de lo que vota ni de a quién elije, de lo que apoya, de lo que calla, y otorga o impone y aclama… El pueblo no es sino el sucesor de aquellos reyes arbitrarios, volubles, sólo que con millones de cabezas, es decir, descabezado. Cada una de ellas se mira en el espejo con indulgencia y alega con un encogimiento de hombros: “Ah, yo no tenía ni idea. A mi me manipularon, me indujeron, me engañaron y me desviaron…” Sus crímenes están tan repartidos que se desdibujan y se diluyen, y así los autores anónimos están en disposición de cometer los siguientes, en cuanto pasan unos años y nadie se acuerda de los anteriores.
Descubrí en la novela la terrible herencia de nuestra Madre Patria. Las similitudes que van más allá del idioma.
Más vale contar con libras, de España uno nunca sabe cuando habrá de largarse ni con cuánta rapidez. Puede uno hartarse o lo pueden echar, un país con vocación suicida que ha obligado a exiliarse a su mejor gente desde hace siglos, a la que podía mejorarlo o salvarlo; eso cuando no la ha asesinado; carece de equivalente, de parangón.
…nuestra patria es muy ducha en olvidar y en hacer que sus inscripciones y piedras se difuminen y resulten pronto ilegibles, se aplica a eso sin descanso, le trae sin cuidado quien muera por ella y desconoce la gratitud, tal vez la aborrece más bien.
Y no pude evitar revivir lo que sentí en nuestras protestas del año pasado:
Es una expresión que he visto en otros… durante la guerra… Una expresión a la vez de orgullo y espanto, las dos cosas mezcladas hasta formar un todo indistinguible. Espanto por lo que se ha contemplado y orgullo por haberlo encajado, por no haber perdido el juicio ni haber salido corriendo. Espanto y orgullo juntos por la barbaridad que uno ha hecho, por lo que ha sido capaz de hacer. Con esa expresión se regresa del frente y también de otras actividades ocultas.
Es inevitable sentir rencor, sé que lo sentiré hasta que me muera. Incluso si él se muere antes, yo lo seguiré sintiendo, hay rencores póstumos que no caducan con la desaparición de quien los ha causado.
La mayoría hemos sentido odio concreto o abstracto alguna vez en la vida; lo sentimos pero casi nunca lo vemos, muy de tarde en tarde; y la representación de sus resultados es difícil encajarla, admitirla, aceptarla, se nos hace insoportable…
Berta Isla ganó el Premio a la Crítica 2017; veinticinco años antes, Corazón tan blanco, también de Javier Marías, ganó el de 1992. Pero no es un escritor fácil; a las Hormigas les costó leer el libro, aunque casi todas percibieron que mejoraba al pasar la mitad; es cuando narra la Guerra de las Malvinas, allí se renueva el interés. “La paz, por desgracia, es siempre sólo aparente, y transitoria, un fingimiento. El estado natural del mundo es el de guerra. A menudo abierta, o cuando no latente, o indirecta, o meramente aplazada”. A pesar de eso, obtuvo como calificación del Hormiguero 6,6 puntos, pues se valoró la claridad y fuerza de sus diálogos, la investigación histórica sobre la Guerra de las Malvinas, el final del franquismo y las desgracias de Irlanda y, por supuesto, su magistral uso del idioma.
A alguna Hormiga le pareció exagerada la forma en que es reclutado Nevinson por el servicio secreto, pero en general opinaron que ellos eran perfectamente capaces de hacerlo y él era joven e inexperto. También hubo dudas con respecto al final, pero alguna contó cómo a ella le había sucedido exactamente lo mismo en la vida real y reconoció a alguien en la cara de su hijo.
“Nos atenemos a lo que pasó o nos hicieron”. Y son muchas las veces en que la realidad supera la ficción. Gracias, prima, por prestar tu casa tan hermosa y bien puesta para reunir al Hormiguero. A Rose por su comida deliciosa y a las Hormigas por su compromiso con la lectura y el cariño extraordinario. Para bajar un poco la presión literaria nos vamos a leer La bastarda de Estambul, escrita por Shafak Elik. Ojalá nos guste.
NS
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