La novela que recomiendan Barack Obama y Bill Gates

La novela que recomiendan Barack Obama y Bill Gates

 

Este 28 de agosto del año 23 tuvimos una reunión muy especial del Hormiguero, porque nuestra querida Elizabeth estaba en Caracas por unos pocos días. Habíamos hecho coincidir la reunión con su regreso, y Rose prometió hacer el delicioso manicote con la receta de su familia para la ocasión. Éramos diecinueve contando a Nury quien, aunque no lee, se ha convertido en una hormiga honoraria. Fue una asistencia récord para estar un rato con una de nuestras Hormigas ausentes; se sintió como si nunca se hubiera ido. Está muy delgada, elegantísima, con muchos cuentos nuevos pero cercana, a pesar de los cuatro años que no la veíamos. Ojalá alguna vez volvamos a estar todas reunidas; ruego porque siempre seamos tan cercanas.

Hacía un calor como de 38 grados. Tuvimos que amontonar las sillas en la terraza de Rose porque adentro no se podía ni respirar. Confieso que, a pesar de que no tomamos alcohol al principio, me costó un mundo tomar nota de lo que decían pues se tapaban las voces unas a las otras. Había emoción en el ambiente por estar juntas, salieron a relucir los abanicos y comenzamos con la discusión del libro.

Nos habíamos citado temprano al medio día, para discutir con tiempo la larguísima novela de Amor Tower La autopista Lincoln, que evoca a La Odisea. Su lectura fue un viaje difícil para muchas hormigas; fueron varias las que no lo terminaron y algunas leyeron apresuradas el final la noche anterior. En cambio, para otras fue un viaje apasionante, un libro de aventuras con personajes adolescentes a los que se logra conocer profundamente y se va viendo madurar, en esos diez días en los que se desarrolla la trama, mientras ellos atraviesan la Norteamérica de los años cincuenta que entonces estaba en pleno crecimiento. La historia de los Estados Unidos se introduce como un mosaico en la novela, enriqueciéndola y llenándola de significado en una especie de metáfora del sueño americano. Pero también encontramos que el libro está lleno de historia antigua y citas de los griegos, con sus ritos de iniciación para llegar al Olimpo. Son muchos los mensajes y símbolos sobre la vida y las relaciones humanas, sobre la búsqueda de significados particulares en temas universales.

Tower describe los paisajes, con deleite nacionalista, cuando transitan en un viejo Studebaker por la que fue la primera autopista del país de las autopistas, que es el hilo conductor del libro, la que cruza el territorio de costa a costa partiéndolo por la mitad, esa que fue construida por un particular porque la necesitaba.

Los protagonistas, con un injusto y triste pasado común y de diferentes clases sociales, se dejan guiar por un niño y su libro. Un niño de ocho años que representa los valores y aparenta tener signos del síndrome de Asperger, ingenuo, de buenos sentimientos, sensible, brillante, metódico y que está dispuesto a escribir su propio capítulo en las últimas páginas del Compendio de héroes, aventureros y otros viajeros intrépidos del profesor Abernathe.

La Autopista Lincoln es una historia de encuentros y desencuentros, como la vida misma, donde sus entrañables personajes cuentan su propia historia, a veces en tercera persona y otras en primera. Tower te hace adentrarte en la mente de cada uno; conoces su pasado, sus dolores y carencias, pero también sus sueños para ese futuro que tienen que vivir y que es totalmente inesperado y ante eso cada quien, y a su manera, forjará su propio destino. La vida está hecha de momentos y los proyectos se van transformando.

Las diferencias de caracteres entre los personajes parecen, a ratos, insalvables, pero no logran romper la armonía, el sentido de amistad, de respeto mutuo y una capacidad particular de ponerse en los zapatos del otro. Es un libro lleno de bondad, donde sí existe la maldad, pero la amistad sincera, la justicia y la buena suerte logran vencerla o al menos dejarla atrás. Tiene un final sorpresivo y abierto donde cada lector tiene que cerrar la historia de los protagonistas, menos la de uno, al que según algunas hormigas “le faltó un hervor” y quien sí terminó su historia por su propia mano.

A pesar de reconocer y admirar su maravillosa manera de narrar, la profundidad de sus personajes, el buen uso de las técnicas literarias y la belleza del lenguaje, alguna Hormiga lo calificó como un tema trillado, fastidioso, demasiado largo y muchas veces repetitivo. Obtuvo un poco menos de siete (7) puntos de evaluación y, aunque no se debe hacer, muchas lo compararon con Un caballero en Moscú del mismo autor, que fue uno de los libros más apreciados en el Hormiguero.

Lo mejor de la reunión vino después; salieron las flautas y tomamos un rico proseco frío que acaloró más el ambiente. Nos esperaba la mesa muy bien puesta y la delicia de almuerzo que, con tanto cariño y pericia, había preparado Rosa Elena. Un día inolvidable, el cuento de Graciela y las instrucciones para cuidar nietos, es de escribirlo, las risas y los gritos han debido alertar a los vecinos. Definitivamente, no hay nada mejor que el Hormiguero.

Quedamos en volvernos a reunir el martes 26 de septiembre en casa de Marianela Ortega, nuestra nueva Hormiga. Se planeó dos novelas: Estambul de Orhan Pamuk y Al este del Edén (o del Paraíso) de John Steinbeck. Aunque ganó la de Pamuk en la votación, nuestro hacker no la pudo conseguir; cada día se hace más difícil, así que nos quedan por delante las más de mil páginas de John Steinbeck.

NS

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